miércoles, febrero 06, 2008

SIGNO ZODIACAL

Signo Zodiacal
Daniel Navarro




Acuario
Sinceramente, el estar aquí me provoca un miedo incesante. ¿Qué será? ¿Vendrás a la cita que nos hicimos hace tanto tiempo? Han transcurrido diez años desde la última vez que nos vimos. Busco un tema para silbar y que me permita reducir mis nervios, porque ¡el reloj avanza tan lentamente!

Estoy en esta ciudad sin atreverme a entrar a la pequeña cafetería donde alguna vez nos hicimos un mutuo juramento para regresar y acudir a una cita que se cumple precisamente hoy, jueves de medio otoño, dentro de quince minutos. Como en todas las historias de amor, algo sucedió con nuestros sueños. En aquel entonces, te pedí que te quedaras conmigo, acompañarme a enfrentar lo que se nos precipitaba en nuestro horizonte. Tu respuesta se me perdió entre un acceso de tos que no pude controlar. Nervios y decepción escondidos tras el pretexto: disimular el cataclismo, que me nubló repentinamente los ojos. No se me ocurrió que podía haber reído y lograr el mismo efecto... sólo se me ocurrió el resfriado. Creo que salí airoso entonces, pues la despedida se diluyó entre recomendaciones para el invierno que se avecinaba, el nombre de un jarabe y una despedida interminable. Fue entonces cuando acordamos precisamente que nos reuniríamos independientemente de lo que sucediera en nuestras vidas. Como parte del acuerdo, y a pesar de la terquedad propia de mi signo zodiacal, me abstuve de llamarte durante todos estos años. Creo que ambos decidimos probar si el amor de aquel entonces que nos parecía eterno, resistiría la prueba de una década.

Unos instantes más y finalmente entraré a la pequeña cafetería. Recorreré con la mirada a las personas que ocupan las mesas. Una de ellas será precisamente la tuya. ¡Ahí estarás! Mas tu presencia se me escurrirá entre los muros y los clientes. ¡No me habrás reconocido! Posiblemente porque justo en el momento, otras dos personas lo harán y me perderé entre el bullicio. Oculto, no depositaré mi vista más allá de un encuentro incidental con tu perfil para no hacer más evidente mi presencia, y ocuparé un lugar apartado desde el cual podré verte. Sí, notablemente madura ahora. Concluiré que sigues siendo una mujer hermosa. ¿Portarás el camafeo rosa que alguna vez te le regalé?


Capricornio
Su vestido era elegante, en rosa. Su cabellera larga adornada con algunas flores. Ella en apariencia inerme, a él le aquejó la duda. ¿Por qué no lo habría reconocido? A la distancia, el hombre maduro ordenó un café a un mesero quien distraídamente registró la orden. Un ejército de nuevos clientes parecía haber arribado y se armó un caos con las sillas y las mesas. La pareja que entrara junto con el señor al café –y que le permitiera un cierto estado de anonimato--, permanecía en una esquina no demasiado lejana. Esa mesa resaltaba: era en la única donde se derramaban besos. El hombre fingía leer un periódico, pero mantenía una discreta insistencia sobre esa pareja: las caricias reiteradas le recordaron de alguna manera aquella ocasión cuando habían sido jóvenes. Y la busco nuevamente con la mirada. Su cuerpo había adquirido redondeces más pronunciadas.
En ese entonces algo sucedió. Quizás la casualidad, su vista retomó un cauce perdido y entre los cuerpos, el ajetreo de los meseros, y el sonido de las charlas que alegremente se reflejaron en las paredes, se topó con sus ojos.
Nervioso, tomó un sorbo del café que me habían servido y sintió renacer aquel amor que una vez le profesara a esa mujer de ojos castaños que miraba con intensidad. Un instante después, sin reparar en la mirada, ella levantó la mano para llamar al mesero.

La puerta se cerró y con ella se fue una cita a la que acudieron sin precisar exactamente lo que esperaban. “Él no me ha reconocido”, pensó ella.


Géminis
Sin saber qué hacer, me abstendré de levantarme de la diminuta silla. El ajetreo poco a poco disminuirá y los ruidos se tornarán quietos murmullos conforme transcurra la noche. Al filo de la madrugada, únicamente algunos esporádicos clientes nos aferraremos al humo de los cigarrillos. Entonces decidiré suspender el letargo y pediré mi cuenta. Saldré al aire de la madrugada que me recibirá y me recorrerá un sentimiento extraño. “Dicen que las promesas de amor nunca mueren” recuerdo ese dicho y concluyo que si es verdad, entonces mi promesa seguramente estará en boca de otros amantes. Quizás en los labios de aquella pareja que evidentemente se ama con tanta intensidad y que se adelanta a mis pasos cuando busco la entrada.


Piscis
Entró al lugar. “Una promesa de amor es como un ave que..” se repitió incesante. Ella ya estaba ahí. Una señora con piel arrugada de durazno envejecido. Su deslavado atuendo rosa excesivamente marcado por puntadas y costuras reiteradas, y un camafeo de cristal pulido que adornaba su cuello. Él sonrió. Ella se llenó de juventud. Ambos ocuparon la silla que era la única que derramaba besos en ese paraje desolado y sombrío. Un café en medio de la nada. Un sitio de apenas cobertizo de paja sostenido por paredes de adobe. La débil iluminación cayó con el atardecer y la luna les suspendió el universo en una noche de Venus. Entonces el Zodíaco detuvo su incesante búsqueda del inicio de los tiempos.







.

No hay comentarios.:

Acerca de mí

Mi foto
Cancún, Mexico
Escritor y Naturalista. Licenciado en Biología por la Universidad Nacional Autónoma de México, con estudios en Texas A&M University Campus Kingsville y The University of Florida.