miércoles, febrero 06, 2008

EL CHOPO

El Chopo
Daniel Navarro


Para Danielle


Despertó. Todavía con sus brazos rodeándola, se deslizó de la cama sin hacer demasiados movimientos. Se levantó y rápidamente estuvo lista para salir. Su largo cabello brillaba en la semioscuridad de la diminuta habitación de aquella cuartería en la Colonia Guerrero. Se puso su ropa negra, eligiendo cuidadosamente el sombrero y el abrigo. Coordinaban con su gótico maquillaje oscuro alrededor de los ojos, el lápiz labial y sus uñas cuidadosamente esmaltadas... de negro también.
Alcanzó la puerta y cerró con llave el pasador. Amanecía en la ciudad de México. Se encaminó en dirección a la estación del metro y al bajar las empinadas escaleras constató que únicamente los de siempre estaban presentes y activos a esas horas: los trabajadores de limpieza y los parias. El tren subterráneo se deslizó fantasmalmente y frenó abruptamente al llegar a la estación, liberando un ligero olor a caucho. Las dos puertas de la entrada frente a ella se movieron en sentidos opuestos... “así es mi vida...” pensó al entrar. Posteriormente tomó uno de los asientos de plástico rígido de color verde que habían sustituido a los originales tapizados con un azul francés.

(Tres horas después). En el cuartucho, el Gusano se levantó con una pereza acumulada. Apenas notó que su compañía de la noche anterior ya no se encontraba. Su espesa pelambre se tejía casi automáticamente merced a prolongados períodos estivales. Buscó entre ropa tirada en el piso y se volvió a poner la misma muda que con ese día cumplía la semana exacta.

(Cinco horas después). La clase había terminado. La Universidad Anáhuac era un refinado ambiente al que sus padres habían aspirado a que perteneciera desde aquellos tiempos cuando de niña cursara todas sus materias en el sistema de los Legionarios de Cristo. Detestaba la superficialidad de sus compañeros, pero la clase de Economía le resultaba atractiva, particularmente porque le daba elementos para continuar con el estilo de vida dark que ahora había elegido.

(Cinco horas después). Casi las cuatro de la tarde de un viernes de quincena. La hora pico era una rebuscada forma de anticipar la compacta masa humana que envuelta en una serpiente de metal anaranjada se deslizaba por túneles debajo de la tierra. Algunas de esas estaciones fueron construidas en la superficie y otras pocas en un sistema elevado... cuando emergían en esas estaciones era como renacer, respirar un poco de aire fresco. No obstante, la Línea 3 no tenía esas características y todo el trayecto era claustrofóbico. Estaba apretujada y no había forma de hacerse a un lado. Tocaba y era tocada irremisiblemente, sin pudor. Por ahora lo único en que pensaba era en llegar a la casa donde se encontraban sus padres y poner las cosas en claro.

(Seis horas después). Llegué a casa. Había sido una larga y tediosa tarde de políticos que deseaban irse al Platinum a disfrutar como recompensa por una semana agobiante. Te vi tirada en el sofá...
--¿Ya vas a regresar? –pregunté cuando me acerqué para darte un beso. Al ver tus ojos rojos te reclamé--: ¿Fumaste marihuana?
--¡Qué te importa!, además no contaminé “tu” casa –me contestaste con desprecio--. Qué milagro que llegas temprano... corrijo: ¡qué milagro que llegas!, punto.
Cansado de ese largo, profundo e insalvable abismo, no tuve fuerzas para lanzarte por enésima vez la prohibición de consumir drogas... era imposible que me escucharas. Tu ira continuó por largo rato, particularmente cuando me reclamaste que tuviera bajo constante vigilancia a tu pareja. ¡Desgraciado malviviente!
--Qué poca madre tienes, papá –me dijiste--. Me sigues acosando... ¿Qué te crees? Vengo a pedirte por última vez que te abstengas de acercarte al Chopo. Ahí seguiré, ¿me entiendes? Tú puedes pensar lo que quieras, para mí ese lugar es lo único que tiene claridad en este pinche país.
Se cerró la conversación después de las amenazas que de mi boca surgieron como una medida para retenerte. Eran mi última carta.

(Tres horas después). Justo antes de cerrar las estaciones, ella se apresuró para cruzar el torniquete mecánico y alcanzar el último tren de esa noche. Corrió y vio cuando se cerraban las puertas. Posteriormente desapareció el metro en la profundidad del túnel.

(Nueve horas después). La muchedumbre en el rumbo conocido como el Chopo, por la cercanía con el Museo del mismo nombre, concentraba profundas y diversas tendencias filosóficas y existenciales. Amalgamando un mar de vivencias con sonidos estridentes, las voces buscaban hacerse escuchar en medio del ruido del resto de una sociedad que irremisiblemente se desmoronaba sin futuro. Los artistas sin acceso a salas y foros usaban la calle como galería. Algunos rebeldes (jóvenes y viejos) se agrupaban en bandas: los punk desfilaban luciendo sus coloridos arreglos. Junto a ellos apenas sobrevivían los grunge sumidos en sus propios dilemas depresivos, y los remanentes de los hippies intercambiaban objetos con los Hare Krshna . Retrasado, el Gusano, un ex hippie decepcionado a un grado superior al punto sin retorno , inició operaciones en ese tianguis, vendiendo objetos de piel y metal.

(Media hora después). Un señor vestido de negro y con gafas caminaba de prisa, abriéndose paso. Llevaba la fotografía de una jovencita. Preguntó en varios locales. En uno de ellos alguien le prestó atención, se acercó y le explicó detalles. El informante, un hombre extremadamente flaco y con una corona de estambre con los colores de la bandera jamaiquina, levantó la mano apuntando en una dirección cuadras más abajo. El señor agradeció sin dar recompensa económica. Recorrió con decisión la distancia que lo separaba del objetivo. Miró a las personas que se encontraban en ese momento en ese tianguis, donde se veían las ofertas más inverosímiles de productos excéntricos.

(Dos horas después). La policía se acercó:
--¡A ver, cabrones! A un lado, abran paso a la autoridad.
Los curiosos no prestaron demasiada atención, por lo que el uniformado empujó sin miramientos para alcanzar a mirar a la persona tirada en el piso. Se acercó y mentalmente tomó datos de la persona. Aparentemente estaba inerte. Al darse de cuenta tomó el radio que portaba en la cintura junto a la cachiporra y llamó a sus oficinas.

(Media hora después). El cuerpo fue trasladado en una ambulancia. Era el cadáver de un hombre de mediana edad, no demasiado atlético. El sitio fue cubierto por otros de su misma profesión, inspeccionando con detalle cada puesto a lo largo de las calles.

(Quince minutos después). Ella se peinaba y se probaba el sombrero. La belleza de su rostro se realzaba con el maquillaje de aplicaciones oscuras alrededor de los ojos y en los labios.

(Tres minutos después). “Faltan tres minutos” pensó al ver el reloj. Ya debería estar aquí...tenemos que ir a la venta...

(Ahora). Abre con su llave y el Gusano apresuradamente entra al cuchitril.
--Vámonos, pícale –le dice mientras nerviosamente junta algunas pertenencias y paquetes en su mochila de campismo. Ella reconoció la urgencia y colaboró. Mientras, él le explicaba a grandes rasgos:
--El Jamaiquino distrajo al guarura mandándolo hacia otro puesto y me dio el aviso. Cuando se dio cuenta del engaño, el tipo se puso furioso y arremetió contra los punks. Esos cabrones no se andan con cosas y le hundieron el picahielo. Todo eso gracias a tu jefe...
--¡Qué poca madre tiene mi padre! –dice ella mientras, corriendo, abandonan el lugar.

(Mañana). Un comentario marginal en las noticias por televisión de un canal. En los otros, nada. Después abriré el periódico para cerciorarme de que la noticia del asesinato del agente de seguridad personal involucre solamente a Jaime Segura, alias El Gusano. Leeré los detalles. Hablaré por teléfono y me informarán:
“...sí señor, seguimos peinando la zona a partir de la calle Aldama...”
“...no, de ella no se sabe nada...”
“...pierda cuidado, señor, así se hará. Yo mismo me encargo...”
Recordaré aquellos tiempos cuando querías ir al Museo del Chopo a ver las “pulgas vestidas”, los anaqueles llenos de huesos de mamut y otras estupideces que imantaban tu curiosidad de niña. Por supuesto que no fuimos. Mejor te compré un libro porque el edificio parecía el cascarón retorcido de alguna iglesia alemana, tan detestable... repugnante.

(Miércoles). Llamaré por teléfono al Departamento Escolar, notificando que estás enferma y que por eso no irás a la universidad. Me sorprenderé de saber que continúas asistiendo.

(Domingo). Transcurrirá una semana y un día del diluido incidente en el Chopo. A diferencia de otras ocasiones, esta vez la noche en el Platinum Men’s Club habrá estado pesada. Quizás porque las cosas no me saldrán del todo bien, pero en la política y el poder hay que tener paciencia. Las andanzas tienen sus vericuetos. “El poder político, mi amante y rejuvenecedor elíxir...”
Con una leve jaqueca, me encaminaré a mi estudio. Todavía con los pensamientos de las sesiones de ayer, “...izquierdistas de mierda...”, disfrutaré la luz que entrará por los ventanales y el valle de México se perfilará majestuoso. El periférico allá abajo seguirá con su movimiento incesante.
Después de prepararme un whisky para sobrellevar la mañana, y todavía con la bata de dormir, prenderé la televisión. No la miraré más que por unos minutos.
Abriré ese libro que se encuentra en la mesa de centro. Miraré su título “Museo del Chopo” y como quien observa desde un cristal, aquella ilustración de las “pulgas vestidas” me seguirá pareciendo despreciable.
“Además, ya ni siquiera existen esas pinches pulgas, ahora no sé qué pendejada de exposiciones de arte montaron en ese edificio” pensaré y cerraré el libro.
Rebosando de tedio, apuraré el último sorbo.

Procurando apagar mis sentimientos, iré a prepararme otra copa.








.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bastante entretenida la historia. Aunque a mi juicio, me parece que hay algunas palabas que ya no se usan. Tal vez con las palabras de ahora, la historia cobraría mas frescura.
Hace mucho que no voy al chopo. Tendré que ir a recordar los viejos tiempos.

Anónimo dijo...

Papá, gracias por la historia. Te adoro.

Acerca de mí

Mi foto
Cancún, Mexico
Escritor y Naturalista. Licenciado en Biología por la Universidad Nacional Autónoma de México, con estudios en Texas A&M University Campus Kingsville y The University of Florida.